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HABLEMOS DE LA TELE. ¿Todos somos “Demente”?

El morbo siempre está presente, así como la búsqueda de impactos y sensacionalismo en los medios pero lamentablemente las cifras de teleaudiencia indican que el público se incrementa desde el lanzamiento de esta serie con 11,8 puntos y sigue subiendo a medida que se suman tensiones, dramas en historias secundarias al relato principal.José Luis Córdova. Periodista. 31/03/2021. Mientras terminaban de escribir el guión de la serie “Demente”, Pablo Illanes y Nona Fernández leían y escuchaban inevitablemente todos los días las noticias sobre la desaparición del pequeño Tomás Bravo en la comuna de Lebu. Los detalles de las investigaciones, estrategias, pistas y evidencias de ese caso constituyeron muy probablemente un valioso capital desde la dramática realidad a la ficción para crear esta arriesgada producción nacional sobre el secuestro de “Mateo”.
Una crítica de TV afirma que “en momentos que la actualidad no da tregua con desapariciones y muertes de niños, y con las cifras funestas de la pandemia, ¿alguien quiere irse a la cama experimentando más angustia frente a la pantalla?”.
Imposible no recordar otra serie de Illanes; “¿Dónde está Elisa?” de una factura similar, afortunadamente exhibida en otro momento, sin los terribles casos de la joven Ambar Cornejo, del niño Tomás y otros vulnerados en el Sename y otras situaciones contra menores en nuestro país.
El morbo siempre está presente, así como la búsqueda de impactos y sensacionalismo en los medios pero lamentablemente las cifras de teleaudiencia indican que el público se incrementa desde el lanzamiento de esta serie con 11,8 puntos y sigue subiendo a medida que se suman tensiones, dramas en historias secundarias al relato principal.
Nadie puede desconocer el destacado nivel actoral de Paz Bascuñán, Benjamín Vicuña, Francisco Pérez-Bannen, Ingrid Cruz, Patricia Rivadeneira y otros integrantes del elenco, sumando a ello otros personajes que mantienen un registro más que aceptable para el argumento central.
A medidas que se revelan nuevas informaciones sobre los participantes en el drama, incluidas, desde luego (no podían faltar), machismo, maltrato a menores, adicciones a las drogas, lesbianismo, infidelidades, el drama del secuestro del pequeño pasa a ser apenas el contexto para la descripción de conflictos sicológicos, sociales, de clase y también comportamientos policiales discutibles y tan condenables como los de los personajes civiles.
Pablo Illanes es uno de los más prestigiosos autores de telenovelas en nuestro país (desde “Adrenalina”, “Machos”, “Alguien te mira” y “Perdona nuestros pecados”) y la colaboración de Josefina Fernández, Mauricio López, Simón Soto y Fernando Lema contribuye a la eficacia del relato, con la producción impecable de María Eugenia Rencoret, imbatible en este género.
El tema en cuestión es el creciente interés de los seguidores de este tipo de series, digno de estudios psico y sociológicos. ¡Ojo! Que el lema de la serie es: “El juego de una mente siniestra”. Todo indica que seremos manipulados con una vorágine de pistas falsas, situaciones sórdidas pero igualmente apasionantes.
¿Será que a la gente le gusta la violencia? Desde tiempos inmemoriales, el cine se imponía con sus westerns donde mataban indios por decenas, asesinatos truculentos y la televisión recibió ese legado con series policiales terribles, donde los militares masacraban japoneses, coreanos y después negros y asiáticos en territorio norteamericano.
No tenemos testimonios fidedignos de la llamada “pacificación” de la Araucanía, pero se sabe -por historiadores responsables- que fueron matanzas sistemáticas, así como la invasión de Perú y las masacres y latrocinios causados por nuestras “tropas” hasta la ocupación de Lima. Todos estos, ejemplos de “heroísmo” con los que ensalzamos a personajes como al general Manuel Baquedano y al almirante Silva Renard, entre otros genocidas.
Ni hablar del periodismo durante y post dictadura y su reguero de muertes, desapariciones, torturas de las que millones de chilenos fueron mudos testigos. ¿Tiene que ver con nuestra idiosincracia?, ¿Es esa nuestra identidad nacional?
“Demente” sería apenas una muestra más de nuestra insensibilidad, de nuestro morbo, del sensacionalismo genético ¿o incorporado? ¿Somos todos “Demente”?

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