Rosa Ángel Castillo es entre otros cargos, presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Ovalle, y recuerda con nostalgia el tiempo en que la pelota era un calcetín lleno de cualquier cosa, otros calcetines, ropa vieja o lo que fuera.

“Jugábamos a las bolitas que eran como de greda. Los que tenían catre en su casa, de esos con unas bolitas de bronce que se atornillaban, las sacaban y eran más poderosas, y habían también bolitas de hueso; y la otra entretención era andar caminando por el campo, viendo a los pájaros, cazar ranas, irse a bañar”.
De hecho, Rosa recuerda que su primer juguete fue una muñeca que le regalaron a los 10 o 12 años en la escuela de Huamalata, que era de un plástico especial, duro, eran tiesas, y también recuerda con cariño una bandejita que con unos vasitos chiquititos verdes como de carey, que compraron con su hermana mayor en la calle Benavente, donde se tomaba desayuno y había 4 quioscos chinos.
“Era imposible tener juguetes, mis hermanos trabajaban por la casa en el fundo, el dueño entregaba a la casa un pedazo de tierra para cultivar, y un salario que bajaba, y se veía la plata una vez a la semana, se trabajaba de sol a sol, apenas alcanzaba pa comer.” Pero en su reemplazo se jugaba en la calle, al corre que te pillo, a la escondida, a las bolitas.
La mamá de Rosita siempre fue costurera, en las oficinas salitreras también cosía y como tenía puros hermanos mayores gozaba de ciertos beneficios, como usar ropa hecha para ella, ser la primera que usó pantalones, porque había un solo dormitorio.
“En mi pueblo mi mamá era la única costurera y le mandaban a hacer la ropa, para el 18 y para el 21 de mayo, esas eran las fechas que se cosía. La ropa era de tela brin, era el más barato, era un tipo entre algodón y otra cosa que cuando estaba sin lavar era tiesa. Para los pantalones de trabajo era la mezclilla. Y también seda, pero no era seda. Después salió la batista, que era delgadita, más finita y que se usaba en la ropa de las guaguas, y como éramos pobres todos usaban la misma tela. Mi mamá todo lo aprendió mirando y llegó a hacer hasta ternos, como corresponde un terno”,
“Mi hermana era super creativa, hacia muñecas de trapos viejos y nos regalaba. Y la ropa cuando ya estaba muy vieja se usaban los trozos enteros y se hacían cubrecamas.”
“Las camas eran un cuento aparte, tener cama era cosa de ricos, por ejemplo, en su casa había 4 catres y a ella le hicieron uno con palos de pimiento. Pero había que poco a poco juntar la lana, hasta tener lo suficiente para hacer los libros, y después se hacían las sábanas y las fundas con sacos de harina, que bordaban en la escuela, porque se enseñaba a bordar, para darle un poquito de cariño. Después salieron las camas de estopa, que era como de lana, pero duro, la lana se mantenía siempre bien, la estopa se amontonaba y se hacían unos cototos”.
“Tu tenías los zapatos que eran para la escuela, y el material era puro cuero, después empezó a salir el plástico. Había un zapatero que reparaba o se traían a Ovalle que había hartos zapateros, y además en cada casa había una pata de fierro, y siempre uno en la familia le hacía empeño a repararlos, aprendía a coser, y todo se cuidaba, con la pasta, con la anilina, uno cuidaba, porque uno sabía que tenía que durar y costaba caro”.
Antes las tiendas vendían los géneros, la gente sabía cuánto y qué tipo de género comprar para mandar a hacer una prenda, pero es eso se fue perdiendo, cuando empezó a salir la ropa hecha y lo desechable.
Lo mismo sucedió con la comida “nosotros veníamos los lunes a comprar a Ovalle, había almacenes, el comercio abría a las 8:30 por allá por Ariztía, y la gente se hacia sus saquitos, y cargaba ponte tú dos kilos de azúcar -generalmente eran de la tela de saco de harina- el té y los fideos venían en cajones, y los de té servían para hacer muebles, y cuando comprabas por menos tenían un papel que era como más gruesecito, y hacían los paquetes, así como las empanadas, y eran expertos, entonces tu comprabas para la semana y traías tu envase. El aceite se vendía a granel y en botellas de vidrio, generalmente de vino. El vino se compraba por chuica de 10 y 15 litros y después salieron de 5, y donde hacían vinos tenían también la fábrica del vidrio y se soplaban ahí los envases, por eso son medias chuecas a veces.
En general las familias juntaban su platita y compraban la harina por quintal de 50 kilos para aprovechar los sacos, y había harina candeal y blanca. En la feria las cosas se vendían en cambucho, de diario y generalmente uno llegaba a la casa y lo sacaba con harto cuidado para poder leer las noticias”.
Para Rosita Ángel la era del plástico hizo que nos volviéramos más insensibles, que nos importen menos nuestros pares, que estemos preocupados de tener cada día más, de estar a la moda… entonces en vez de vivir para nosotros, estamos viviendo para el qué dirán y aparentando lo que no somos, como si hubiéramos dejado de vivir para ser felices.
