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La invitación de López Obrador a la escritora Isabel Allende Llona

En una simbólica testera instalada en el Castillo de Chapultepec en esta capital, la novelista chilena, Isabel Allende Llona, ocupó una silla junto al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Ella fue invitada por el mandatario mexicano a participar en el acto conmemorativo de los 238 años del natalicio del Libertador Simón Bolívar. Un gesto del jefe de Estado a la escritora chilena que fue invitada especial y la única extranjera en hablar en el acto donde estaban representaciones de 33 cancillerías latinoamericanas y altas autoridades del país anfitrión. Gesto que, hasta donde se sabe, fue poco informado y relevado en Chile, país poco habituado a estos recuentos históricos.Isabel Allende estuvo, además, junto a Beatriz Gutiérrez, la esposa del mandatario mexicano, el Canciller, Marcelo Ebrard, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y otras autoridades, con quienes compartió antes y después de la ceremonia.

Para muchos no pasó desapercibido el gesto de López Obrador en elegir a la escritora chilena como la invitada especial a la ceremonia por los 238 años de Bolívar. Ella, vinculada familiarmente al Presidente Salvador Allende, considerada una intelectual comprometida con causas democráticas y soberanas, reivindicadora de la historia latinoamericanista.
Aunque todo se mantuvo en privado, se supo que el Presidente mexicano y su esposa, compartieron momentos de conversación y reflexión con Isabel Allende, donde se habría hablado de América Latina, algo sobre Chile y el proceso que se está viviendo en México, además de temas literarios y de la actividad de la novelista chilena.
Además, hubo una alta valoración del discurso de la escritora en recuerdo de Simón Bolívar, por sus referencias al latinoamericanismo y su rescate del legado del Libertador y de México, nación que está por cumplir 200 años de existencia.
El siguiente es el texto íntegro del discurso de Isabel Allende:
“Buenos días, señor presidente Andrés Manuel López Obrador, señora Beatriz Gutiérrez Mueller, dignatarios y dignatarias, amigas y amigos todos.
Agradezco el alto honor de haber sido invitada a celebrar con ustedes la herencia extraordinaria del Libertador Simón Bolívar y estos 200 años de la República, estos dos siglos de México en la conciencia de América Latina.
Me han dado cinco minutos para este saludo, pero no soy poeta, no puedo decir mucho en pocas palabras, soy novelista, necesito muchas palabras para decir muy poco; así que abusaré de la legendaria hospitalidad mexicana, me voy a tomar siete minutos, bueno, tal vez ocho.
Mi extraño oficio, la escritura, requiere memoria e imaginación. Recordando e imaginando deseo explicar brevemente lo que México ha significado en mi vida, desde las páginas de Juan Rulfo, que me dieron permiso para deambular en la dimensión de los espíritus, hasta este momento en que puedo estrechar en un abrazo inmenso al pueblo mexicano en su bicentenario y, en especial, a los jóvenes.
En 1970, yo era una joven periodista que observaba fascinada las fuerzas políticas y sociales que intentaban transformar a América Latina, y a Chile en particular.
Ese año, Salvador Allende fue elegido presidente y por primera vez el pueblo chileno se sintió protagonista de su destino. Reformas profundas en democracia y libertad, dentro de los márgenes de la Constitución, era un experimento revolucionario que atrajo la atención del mundo y también, por desgracia, de la CIA y de las fuerzas reaccionarias del país.
Ese año fui al sur, a la Universidad de Concepción, a ver por primera vez el mural que México le había regalado a Chile. El mural es uno de los más bellos del mundo, pintado por Jorge González Camarena en 1965, es una obra monumental de 300 metros cuadrados con el título de ‘Presencia de América Latina’.
El tema es la hermandad de los pueblos de nuestro continente. Esa pintura narra nuestra historia común de violencia, conquista y explotación; destaca la inmensa riqueza de nuestra tierra, de nuestras diversas culturas y de nuestro mestizaje, la mezcla de razas y etnias que somos todos nosotros.
En forma profética, también nos señala un futuro posible. Juntos somos muchos, juntos somos fuertes, juntos somos poderosos. Presencia de América Latina en el mundo.
El sueño del Libertador, Simón Bolívar, de un continente unido, una confederación de los países hispanoamericanos y el Caribe para enfrentar juntos a las potencias europeas y al naciente poder de los Estados Unidos.
Con ese mítico objetivo luchó sin tregua contra el imperio español durante 20 años. Logró la independencia de varios países, pero murió sin haber conseguido la unión que tanto deseaba, desilusionado, convencido de que América es ingobernable. Cuánta explotación habríamos evitado si hubiéramos realizado ese sueño.
El Congreso Constituyente de México, inspirado por este ambicioso proyecto, le otorgó la ciudadanía a Simón Bolívar en 1824, como ya hemos oído.
La historia de México, como de toda Latinoamérica, es un mural de claroscuros, de esperanzas y fracasos, de héroes y villanos, de ideales y de traiciones, de caudillos brutales y de revolucionarios, de grandes pensadores y de una multitud de saboteadores; pero, sobre todo, es un mural de brillantes colores, luminoso, magnífico.
México ha sido un faro en la neblina. A estas orillas han llegado los pobres de otras partes buscando trabajo. Los intelectuales y artistas, necesitados de aire y cielo para extender las alas; los refugiados del holocausto nazi; los de la revancha fascista de la dictadura del cono sur; los perseguidos y los derrotados que siguen luchando.
Aprovecho este momento para agradecer desde mi alma a México por la acogida dada a miles y miles de chilenos que escaparon de la dictadura. Al día siguiente del golpe militar, en septiembre de 1973, el gobierno mexicano envió un avión a Chile para rescatar a la familia de Salvador Allende. Aquí, su viuda y sus hijas encontraron asilo; aquí tuvieron una patria, otro hogar.
Al recordar el mural de Jorge González Camarena pienso, también, en el Canto general, la oda a Latinoamérica de Pablo Neruda, y los versos que le dedicó a México, donde él también encontró una segunda patria. Como ellos, quiero imaginar un futuro de solidaridad para nuestra América Latina, esa mancha en el mapa con la forma de un corazón sufrido.
Estamos viviendo un momento extraordinario, nadie recuerda una crisis global de esta magnitud como es la pandemia, y no es la única, hay otras: pobreza, drogas, crimen, cambio climático, migración, terrorismo y sobre todo violencia de género, que afecta a la mitad de la humanidad y que en nuestro continente, donde todavía impera el machismo, es una trágica realidad.
Por primera vez, todos sufrimos la misma suerte y hoy, gracias a la tecnología, podemos compartirla minuto a minuto, sabemos lo que pasa en Nueva York y en la más remota aldea del Amazonas, nadie está realmente a salvo si no lo estamos todos.
Crisis significa peligro más oportunidad. Esta es una oportunidad única para la reflexión.
¿Qué mundo queremos para el futuro?, ¿qué mundo queremos para nuestros hijos? Es la pregunta más importante de nuestro tiempo, la pregunta que cada mujer y hombre consciente debe plantearse y, sobre todo, la pregunta que las naciones deben responder.
México, como nación líder del continente, tiene un papel fundamental en ese mundo nuevo que estamos imaginando. Este fabuloso país tiene la misión histórica de hacer realidad el proyecto del Libertador.
Nadie ha de renunciar a su identidad, nuestra fuerza está en la diversidad, como nos muestra la naturaleza en cada instancia. La vida en este planeta azul es un complejo tejido en el cual cada fibra es diferente y necesaria para la sobrevivencia de todos.
Somos 20 naciones distintas, pero unidas por 500 años de historia y por la esperanza común de prosperidad para todos, de inclusión, justicia, igualdad y respeto por la vida.
Nuestras similitudes como latinoamericanos son muchas más que nuestras diferencias. Podemos y debemos enfrentar los desafíos del futuro como una sola potencia, es nuestra mejor opción. Otras naciones, que tienen menos en común, lo han logrado.
Presencia de América Latina, como el sueño de Bolívar, como el mural de González Camarena, como los versos de Neruda, una presencia formidable.
En mi larga vida he visto mucho y he comprobado que la curva de la evolución humana es ascendente, avanzamos y retrocedemos, vacilando como los cangrejos, pero la curva nos conduce hacia adelante y hacia arriba. A pesar de los gravísimos problemas que enfrenta la humanidad, nunca hubo un tiempo mejor que este, mañana será mejor que hoy.
Feliz aniversario, México. Que cumplas muchos más en el espíritu bolivariano de unidad y con el compromiso por la justicia, por la justicia social, la hermandad y la dignidad adquirido hace 200 años.
Muchas gracias”.

Regina Reyes. Periodista. Ciudad de México. 30/07/2021.

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