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Homecomo vivían nuestros abuelos sin plásticoCarmen Galleguillos “Plástico y desechabilidad no son lo mismo”

Carmen Galleguillos “Plástico y desechabilidad no son lo mismo”

Carmen Galleguillos es ovallina, profesora rural jubilada, y pertenece al club de lectura de la población Fray Jorge, donde confiesa que ha sido difícil invitar a más personas. “En una reunión en que convoqué se inscribieron 25 personas, pero cuando comenzamos llegaron 10, y vamos regularmente 8… yo no sé si es falta de lectura, de interés, temor, pero la tecnología está arrasando, el celular tiene más poder que un libro”.

Desde ese marco conversamos con Carmen sobre la infancia sin plástico, la escuela, pero también en cómo hoy se ha transformado en una necesidad que no ha ido acompañada de una gestión inteligente y colaborativa. “Yo creo que el plástico tiene que ver con una demanda social que hemos ido incorporando de a poco, porque es necesario para ciertas cosas, entonces quizás la gestión de los residuos es lo que está mal hecho”.

Carmen fue criada al aire libre, y siempre ligada al trabajo agrícola y a la conexión con la naturaleza. “Mi familia es oriunda de la comunidad de Peña blanca, muy matriarcal, porque mi abuela quedó huérfana muy pequeña y la criaron sus tías, ella tuvo nueve hijos y varios de ellos fueron criados por tías , yo fui criada por una tía también junto a mi madre, en ese tiempo nos vinimos a Ovalle, en el sector de Potrerillos, donde los integrantes de la familia llegaban a 18 personas”.

“De niña yo no recuerdo haber tenido contacto con el plástico. Siempre nos criamos al aire libre, mi tío que era el patriarca de ahí, yo soy familiar de Kiko Rojas y el administraba una parcela, y ahí consumíamos productos que se cultivaban en la parcela, entonces crecimos trepando los árboles, con el canal, jugábamos entre la chacra, los cultivos, fue una infancia muy dichosa y muy sana. Como éramos varios niños, nuestra vida era solamente jugar: nos sentábamos en el canal y hacíamos competencias de barquitos de papel, con las patitas en el agua, después jugábamos a la challa y nos mojábamos. Jugábamos al luche, a la ronda, al alto, al corre el anillo, y las prendas y siempre atentos a ver dónde estaba la piedra … ‘corre el anillo, corre el candado, el que la tiene se queda callado’. Después en la ciudad jugábamos al elástico, que había que saltar y se iba subiendo; a la pillulla, o mi mamá apagaba la luz y jugábamos a hacer figuras con las manitos en la sombra y había que adivinar. Mi primer jueguito de tazas yo todavía lo conservo, porque uno cuidaba de tal forma sus juguetes, porque a tus padres les costaba mucho adquirir las cosas.”

Luego se trasladaron a la Población Pacífico, y ahí tenían cerca los negocios. “Yo recuerdo que íbamos a comprar con mi abuela ahí donde don Juanito que era un almacén oscuro y comprábamos todo a granel, y recuerdo cómo envolvía el azúcar, el té, la facilidad que tenía ¡era una habilidad para dar vuelta el cambucho! Y todo era de vidrio, las pastillas venían en un envase de vidrio, esas cosas unos las guarda como una fotografía en la mente”.

Carmen recuerda dentro de los beneficios de esa vida, que era muy natural, no había restricciones, peligros, salían sin miedo, tenían espacio libre para jugar, desarrollaban la creatividad, se comía bien, había mucha más salud, era raro enfermarse, y había mucho apego y unidad familiar.

Cuando se le pregunta sobre la intimidad femenina en esa casa administrada por mujeres, explica que “las mamás nos hacían unas especies de toallitas como las de las farmacias de hoy, pero eran de algodón y después se lavaban con jabón gringo y se hacían hervir… se reutilizaban, porque hasta los 70 no había toalla higiénica, tampones… nada”.

Del mismo modo, no existían los pañales desechables, se usaba el pañal bambino cubiertos por pañales de moletón, que después fue reemplazado por el calzón de goma y luego el desechable, que en los 80 se usaba al principio, los primeros dos meses, pero después se volvía al de género. Actualmente claramente no ocurre lo mismo, pareciera que la gente no tiene tiempo. “Antes se distribuía mejor el tiempo y había ayuda, de las abuelas, de las tías, y eso facilitaba las tareas, el día era como más largo y había tiempo para los quehaceres y para la recreación, ahora andamos todos como apurados y estresados… quizás antes había menos estímulos que nos hicieran perder el tiempo… estás cocinando y te distrae un WhatsApp y te demoras más… antes estabas presente”.

Luego de vivir en la Población Pacífico, se fueron a Miguel Aguirre con Socos para estar más cerca de la escuela, barrio de muchas profesoras, donde nació su vocación docente que desarrolló luego en la Escuela de Socos y después en La Chimba.

“Yo trabajé con el engrudo, no existía la cola fría, en Socos había cuadernos pequeñitos y se trabajaba con poco material, lápiz de mina y en unas bolsitas de género llevaban sus cositas. Se usaba el delantal, no uniforme, pero si no había delantal tampoco importaba. En ese tiempo no existía la fotocopia, teníamos el esténcil y hojas de roneo y había que esperar y al día siguiente las impresiones. En la Chimba empezó a aparecer la mochila, el desvivirse de los padres por tener los mejores útiles, zapatos, bolsos”. Para Carmen esto definió que antes los niños eran más conscientes de lo que costaba ganarse el dinero, de que la tierra era para sembrarla, cuidarla, cuidar el planeta, hoy como que la ecología es un tema, no una forma de vida. ]

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