
Fueron 344 días de terapia, el proceso más extenso registrado en la historia de la Unidad de Medicina Hiperbárica del Hospital San Pablo.
Casi un año de tratamiento y 133 sesiones de oxigenoterapia convirtieron a Ángel Rivera en el paciente con el tratamiento hiperbárico más prolongado registrado en la historia de la Región de Coquimbo. Su diagnóstico: una enfermedad descompresiva neurológica severa, contraída tras bucear a más de 42 metros de profundidad.
Este buzo mariscador de 36 años, oriundo de Caleta Chungungo, ingresó el 29 de mayo de 2024 a la urgencia del Hospital de Coquimbo en estado crítico. Pese a contar con más de tres décadas de experiencia bajo el mar, sufrió un grave episodio de mal de descompresión que le provocó una lesión medular severa, dejándolo sin movilidad en las extremidades inferiores y con múltiples complicaciones sistémicas.
Su cuadro clínico se agravó rápidamente. Durante las primeras semanas presentó una tromboembolia pulmonar, además de una hemorragia digestiva alta, por lo que debió ser trasladado a la Unidad de Tratamiento Intensivo (UTI) por más de una semana, donde a su vez desarrolló una úlcera con daño óseo que requirió curaciones avanzadas a lo largo de todo su proceso de recuperación.
Tras superar su complejo estado de salud y retomar las sesiones en la cámara hiperbárica, Ángel recibió un diagnóstico poco alentador.
“Me vino a ver un neurólogo y me dijo que, en el estado en que yo estaba, era casi imposible que volviera a caminar. No sentía los dedos, no podía mover las piernas. De mil casos, solo uno logra hacerlo”, recuerda Rivera.
El Dr. Yury Salinas, jefe (S) de la Unidad de Medicina Hiperbárica del Hospital de Coquimbo, coincide en que el panorama inicial era complejo.
“Prácticamente tenía leve movimiento en los dedos de la pierna izquierda, pero no podía levantarla. Progresivamente recuperó sensibilidad y fuerza solo en sus extremidades superiores, pero estaba parapléjico y no podía mover ni sentir, ni controlar sus extremidades inferiores. Resultó ser un caso con daño neurológico severo por enfermedad descompresiva, el caso más grave que habíamos observado, por lo que el pronóstico no era bueno para él”.
Del fondo del mar a ponerse de pie
A pesar del complejo escenario, Ángel no perdió la fe y comenzó un extenso proceso de rehabilitación junto a los equipos de la Unidad de Medicina Hiperbárica y Medicina Física y Rehabilitación. Tras recibir el alta hospitalaria definitiva al tercer mes, continuó con un tratamiento intensivo que sumó en total 133 sesiones en cámara hiperbárica, curaciones avanzadas tres veces por semana y un trabajo constante con fisiatras, kinesiólogos y terapeutas ocupacionales.
“Aunque no sentía las piernas, sentía como si tuviera un elefante sentado encima, un peso tremendo. Cuando entraba en la cámara se iban los dolores y me tuvieron que sondear, con pañales. Fue un proceso donde todavía me cuestan algunas tareas, como ir al baño por ejemplo”, comenta el paciente.
La familia de Ángel fue un pilar fundamental durante su recuperación. Su esposa, Dominique Jorquera, valora especialmente el apoyo humano recibido por parte del equipo de la cámara hiperbárica, destacando que la calidez y disposición de los funcionarios hicieron más llevadero el proceso.
“En la cámara empezamos a ver avances. El trato que se nos dio como familia fue excelente, acogieron a mis hijas, a mis papás, nos abrieron las puertas en general a gran parte de la familia para acompañar al Ángel en este proceso. Yo donde ando, pongo bien el nombre de la cámara hiperbárica y sus profesionales, porque nunca pensamos recibir una atención así”, recuerda con emoción.
Todo esto valió que ocho meses después, y contra todo pronóstico médico, Ángel lograra dar sus primeros pasos. Momentos de gratificación que también quedaron grabados para el equipo humano de la Cámara Hiperbárica.
“Hubo una ocasión especial donde Ángel caminó con el burrito desde la sala de los kinesiólogos de rehabilitación hacia acá. Eso fue realmente emocionante hasta las lágrimas, porque era algo que, en un momento dado, era clínicamente imposible”, comentó Rodrigo López, enfermero clínico de la Unidad de Medicina Hiperbárica, quien acompañó a Ángel durante casi todo su proceso.
Esta complicidad es reconocida por Angel, quien agradece todo el compromiso y vocación de los equipos del hospital en sus más de 11 meses de tratamiento.
“Aquí encontré una familia más, con el apoyo que me dieron. Sigan así como el equipo que son, porque son tremendos. Es como una clínica. Desde el Rodrigo que hace aseo al doctor Yury, son personas extraordinarias, no tengo palabras para describir lo agradecido que estoy con ellos porque me dieron todo el apoyo”, comenta este buzo mariscador, que a la fecha continúa rehabilitándose en la Unidad de Medicina Física y Rehabilitación.
Medicina hiperbárica al servicio de la región
Con más de 400 kilómetros de costa en la región, decenas de caletas y una alta frecuencia de accidentes por descompresión entre buzos y pescadores, la creación de la Unidad de Medicina Hiperbárica en el Hospital de Coquimbo —en funcionamiento desde septiembre de 2021— marcó un hito en la atención de salud para la región.
Hoy, esta unidad se consolida como uno de los pocos centros en Chile con equipamiento médico e industrial de alto nivel para realizar tratamientos hiperbáricos. Entre sus principales prestaciones se incluyen emergencias por descompresión, intoxicaciones por monóxido de carbono, lesiones derivadas de radioterapia en pacientes oncológicos y el manejo de heridas complejas.